12 de octubre de 2011

Miedo

Dicen que enamorarse es un acto reflejo… como tener miedo. Yo fui un niño sin miedo: no me asustaban los fantasmas, ni los monstruos, ni la oscuridad. Podía mirar debajo de la cama seguro de que no había esqueletos ni vampiros. Podía enfrentarme a los niños de quinto seguro de que no me quitarían la merienda. Y así, hasta hoy, seguro de que puedo entrar a canasta entre un par de grandullones consiguiendo anotar, porque no es eso lo que me da miedo. Lo que me aterra es decir que sí a algo que no podré cambiar mañana, pensar en un sofá para toda la vida, en un crédito hipotecario, en una declaración conjunta o en un «esta tarde tenemos que hablar», buscar colegios y canguros y pensar en un lugar para vivir cuando ya no tenga huevos para enfilar la canasta. Y de pronto todo ese terror se empieza a disfrutar como el looping de una montaña rusa, y eso es la felicidad.

3 comentarios:

  1. Sinceramente, miedo me has dado cuando me te he imaginado rodeado de niños y con barba sin afeitar de dos días... ¿Por qué te ves ya así?

    ResponderEliminar
  2. Simple y llanamente porque tengo ya 19 años... Soy un adulto, lo tengo asumido.

    ResponderEliminar
  3. Ojú, cómo te vas haciendo mayor xD
    No veo yo lejos todas esas cosas...

    ResponderEliminar